Descubre el poema de Walt Whitman, «Había un niño que salía cada día…», una obra que refleja la conexión entre el individuo, la naturaleza y el cosmos. Sumérgete en la belleza de lo cotidiano y explora la filosofía trascendentalista en este emotivo poema. No olvides visitar el blog «La voz del lápiz» y el canal de YouTube «La voz de la poesía» para seguir adentrándote en el fascinante mundo de la poesía.
Descubriendo un poema de Walt Whitman: «Había un niño que salía cada día…»
Si eres un amante de la poesía o simplemente alguien que disfruta de explorar las creaciones literarias de grandes autores, te invitamos a conocer un poema de Walt Whitman que quizás no hayas leído antes: «Había un niño que salía cada día…». Acompáñanos en este viaje por las palabras y las emociones de uno de los poetas más importantes de la historia de Estados Unidos, y descubre cómo este poema puede despertar el interés en la obra de Whitman y la poesía en general.
Poema del día: «Había un niño que salía cada día…», de Walt Whitman
Había un niño que salía cada día, y lo primero que miraba, en eso se convertía, y eso formaba parte de él por aquel día o parte de aquel día, o por muchos años o sucesivos ciclos de años.
Las lilas tempranas formaban parte de aquel niño, y la hierba y las glorias-de-la-mañana blancas y rojas y los blancos y rojos claveles, y el canto del jilguero,
y los corderos del tercer mes y las crías rosa pálidas de la puerca y el potrillo de la yegua y el ternero de la vaca. y los peces suspensos de modo tan curioso allí abajo y el bello curioso líquido,
y las plantas acuáticas con sus gráciles cabezas chatas, todo formaba parte de él. Los retoños del cuarto mes y del quinto mes, formaban parte de él,
los retoños de las mieses invernales y los amarillo-claro del maíz, y las raíces comestibles del jardín, y los manzanos cubiertos de flores y de frutas más tarde,
y las moras silvestres y las zarzas más comunes del camino, y el viejo borracho que tambaleándose volvía a su casa de la taberna de la que tarde se levantara,
y la maestra de escuela que pasaba camino de la escuela, y los muchachos amigos que pasaban y los muchachos pendencieros,
y la nítida niña de rosadas mejillas y el negrito descalzo y la negrita, y todos los cambios de la ciudad y el campo en dondequiera que iba,
sus propios padres, el que lo engendró y la que lo concibió en su vientre y lo parió,
le daban de ellos mismos a este niño algo más que eso, le daban en adelante cada día, ellos mismos venían a formar parte de él.
La madre en casa poniendo tranquilamente los platos en la mesa de comer, la madre con dulces palabras, limpios su gorro y su vestido, sano olor emanando de su persona y ropa al caminar,
el padre, fuerte, pagado de sí, varonil, maligno, iracundo, injusto, el golpe, la rápida dura palabra, el mezquino regateo, la astuta treta,
las costumbres de familia, su lenguaje, las visitas, los muebles, el corazón que añora y se expande,
el afecto que no se escatima, la sensación de lo real, la idea de que si después de todo resultara irreal,
las dudas de día y las dudas de noche, el curioso si será y cómo, si lo que parece así es así o si por ventura ¿es todo luces y sombras?
Los hombres y mujeres que se apiñan aprisa en las calles, si no son luces y sombras, ¿qué son? Las mismas calles y las fachadas de las casas, y las mercancías expuestas en las ventanas,
los vehículos, los caballos de tiro, los muelles de gruesas tablas, la afluencia de gente a las barcas que cruzan el río, la aldea en la falda vista de lejos en el crepúsculo,
el río que la separa de aquí, sombras, aureola y niebla, la luz cayendo sobre los techos y los aleros blancos y rojizos dos millas más allá,
la goleta cercana descendiendo asueñada en la marea con el botecito amarrado por larga cuerda a popa, los rápidos tumbos,
las crestas presto deshechas, azotando, los estratos de nubes coloradas, la larga franja marrón solitaria allá lejos, la extensión de blancura en que inmóvil se tiende,
al borde del horizonte, el vuelo del cuervo marino, la fragancia de las salinas y del lodo en la costa,
todo venía a formar parte de aquel niño que salía cada día y que aún sale y saldrá todos los días.
Walt Whitman, (Estados Unidos, 1819-1892)